Las franquicias son a menudo creadas con amor por los escritores, directores, autores, diseñadores de juegos, etc. Estos individuos tienen algo específico en mente, y dieron mucho de sí en sus creaciones y realmente se muestra, especialmente cuando dicha creación se vuelve muy popular.
Pero a veces dicha creación le va tan bien que un ejecutivo, publicador o alguien más con mucho poder demanda que la franquicia continúe. El autor se le dice que escriba más libros (o descubre que ninguna otra cosa trae el dinero). Al diseñador de juegos de le dice que haga más juegos. Al director se le ordena que haga una nueva secuela. Al caricaturista o artista de historietas se le dice que haga más historietas.
Esto a veces pasa cuando el creador realmente no quiere seguir y preferiría probar algo diferente. Pero el creador no tiene muchas opciones — o haces la secuela tú mismo o dejas que otro la haga, quizás menos adecuadamente (de ahí ensuciando la imagen del original) — y sigue avanzando de todos modos. A veces, las nuevas entregas logran ser bien recibidas, y los fans siguen felices. Pero a veces, resulta en una franquicia sin vida, una franquicia que con toda su creatividad y originalidad — toda la vida — succionada de sí, pero sigue avanzando torpemente de todos modos. Esto a menudo tiene el trágico efecto de agriar al creador a su propia obra, a veces previniendo una continuación natural de la obra. Si esto sucede, entonces la franquicia puede seguir indefinidamente, continuada por la compañía mucho después de que el creador haya intentado poner un fin definitivo a la serie y huir permanentemente — o incluso después de que el creador haya fallecido. Después de este punto, ya que es efectivamente inmortal, el fenómeno puede ser conocido como una zombifranquicia.
